El hecho de que este combustible sea no renovable, su escasez, los daños ecológicos que provocan sus derrames, el calentamiento global y el efecto invernadero, el poder que proporciona a quienes lo controlan, la corrupción (como la que vemos en el informe pelícano), las guerras, etc. nos obligan a ahorrar energía y a buscar fuentes alternas para producirla. La buena noticia es que ya hay avances en estos días.
Juan Tonda Mazón, Subdirector de Medios de Comunicación de DGDC-UNAM y SOMEDICYT enumera las siguientes salidas en México ante este problema:
Primera opción: Ahorrar para la vejez. Hacer lo mismo que ha hecho EE.UU. durante muchos años con nosotros: a saber, guardar una parte de nuestra producción petrolera para utilizarla cuando se nos acabe el petróleo.
Segunda opción es destinar los recursos necesarios, tanto de investigación, técnicos y de infraestructura, como para explorar y descubrir nuevos yacimientos petrolíferos. Si se logran descubrir o aprovechar mejor (ya existen proyectos en la UNAM y otras instituciones), si son cuantiosos, se podrá resolver la situación a mediano plazo.
Tercera opción es regresar al
programa nuclear, con todos los peligros que los desechos suponen, e instalar decenas de plantas nucleares en todo el país, estudiar nuevamente las reservas de uranio y desarrollar el proceso para enriquecerlo.
La cuarta opción es diversificar las fuentes de energía, solución que desde hace más de 20 años se ha propuesto entre los sectores académicos, de investigación y técnicos, dedicados profesionalmente al estudio de las fuentes de energía. Aprovechar la
energía solar, eólica, de la biomasa y la minihidráulica, así como la de los mares y la geotermia. Dentro de esta opción está el apoyar fuertemente, tanto en investigación como en desarrollo tecnológico, de nuevas fuentes de energía como las celdas de combustible de hidrógeno o la fusión nuclear, así como los sistemas de almacenamiento de energía.
La quinta opción supone no hacer nada y dejar que llegue el día en que tengamos que pagar al extranjero para que funcionen nuestros aparatos domésticos y podamos tener luz en las noches, es decir, importar petróleo y electricidad.